Todo empezó con aquella cámara réflex que me regaló mi madre cuando era pequeño. Sin saber muy bien lo qué hacía pero fascinado por el resultado, fotografiaba lo que me rodeaba: familia, viajes, amigos. Gracias a la ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid) y a la EICTV (Escuela Internacional de Cine de San Antonio de Baños, Cuba) llevo quince años haciendo lo mismo pero de manera profesional: retrato espacios, personajes y todo tipo de historias. Y como la fascinación por la luz, las formas y el momento permanece, y las ganas de experimentar siguen intactas, el mismo empeño me empuja al dirigir la fotografía de un largometraje, que de una serie de televisión, de un anuncio publicitario o un documental.
Si algo he aprendido con la experiencia es a adaptarme e involucrarme con la mismas ganas a trabajos que requieren dirigir un equipo humano y técnico ambicioso, o como tuve que hacer en uno de mis últimos trabajos, grabar un plano secuencia con nada más que la cámara de un teléfono móvil en la mano, poniéndome en la piel de un niño de la edad que yo tenía cuando mi madre me regaló aquella réflex con la que empezó todo.
Entonces y ahora, la ilusión es la misma.
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